miércoles, 17 de febrero de 2010

EL CRISTO-WOODSTOCK

LOS HIPPIES EVANGÉLICOS INVADEN LA COSTA
Ya sé que prometí hablar de los pueblos malditos, pero, a veces, hay pueblos que sufren la terrible desgracia de recibir maldiciones temporales. Estos Carnavales, arribaron a San Jorge -un pueblito cerca de Caruao en la costa de Vargas- 890 evangélicos para celebrar un festival musical en el Campamento Shalom. Si a usted le molesta cuando dichos seres le tocan el timbre de la casa para hablale pendejadas, imagínese a 890 de estos individuos en frenesí bíblico, coreando las canciones de su banda favorita de rock cristiano. Horario: arrancando desde la 5am hasta que "el alma aguante".
Acostumbrada a ver los piernones de las negras de Caruao contonearse por el malecón, aquel pucho de mojigatas felices con faldas largas y cabellos trenzados resulta sencillamente deplorable. Uno en la costa quiere ver carne, no ese telero que supongo esconde piernas sin depilar llenas de várices. Coño, si andaban de hippies cantando y acampando, por lo menos empelótense así sea para ver tetas flácidas.
Ni hablar del Campamento Shalom que lucía como una postal marginal para el recuerdo: cientos de carpas hacinadas y maltrechas, cuerdas y más cuerdas con ropa guindando, ollas enormes de sancocho aguado. Talaron todo el terreno, por lo que entre las carpas sólo lograbas ver tierra desnuda y tocones de lo que alguna vez fue un bosque hermoso a orilla de carretera.
La actividad era incierta, cuando no estaba prendido el concierto cristiano a todo volumen -esa gente no sabe de contaminación sónica-, veías a aquel mujerero trabajando -cocinando, lavando ropa, limpiando muchacho- mientras los zánganos leían la Biblia y vociferaban furibundos su amor a Cristo con un altoparlante. Porque esa es la otra, en tres días de cercanía con el grupete hippie-sin-drogas-ni-alcohol-que-aman-a-cristo no hubo ni media voz femenina que se diera a conocer. Esas mártires de la vida se ponen a diario aquellas faldas largas, horrendas, y eso no les da derecho a siquiera a clamar su amor eterno a grito en cuello. Esas son cosas de macho camacho y cristiano, carajo.
La pregunta que no pude parar de hacerme fue ¿en dónde cagaba y meaba aquella muchedumbre evangélica? Porque ese intento de campamento no tenía ni medio baño de esos de cajita plástica. Por ellos asumo que fue buena idea pasar siempre con los vidrios del carro cerrados. Para evista mentarles la madre -aunque ellos no creen el la Virgen María- y porque el olor tenía que ser putrefacto. Cuando van por la calle de apartamento en apartamento, son sólo dos y, supongo, que algún alma caritativa habrá que les preste un baño. Pero ante estos 890 culos, no hay vecino que provea.
Otro detalle sorprendente era escuchar desde la casa -porque para los baños no hubo real, pero para el sonido sí- al señor que gritaba enardecido por el micrófono. Y es que estaba muy, muy, muy bravo. Si esa gente ama tanto a Cristo y Cristo los ama a ellos y tienen bendiciones y son el pueblo elegido y los dejan cagar y mear a su antojo por todo el bosque deforestado ¿cuál será la arrechera que cargan? ¿por qué gritan como Esteban defenestrado? ¿qué clase de amor rabioso es ese? Debe ser como pasó en el Woodstock del 99 que terminaron quemando esa vaina, los hippies de ahora ya no sirven, están demasiado iracundos para seguir con la paz y el amor. No se desnudan, no tiran sin condón, no se echan palo. Ya no es lo mismo. Ni siquiera los cristianos.

miércoles, 3 de febrero de 2010

LOS PUEBLOS MALDITOS

A ellos pienso dedicarles este blog. Honestamente, Venezuela tiene  paisajes espectaculares, prístinos, casi virginales, pero también existen -y muy cerca de aquellos- lo que he dado a llamar los "pueblos malditos". Esos lugares abandonados, inmundos, llenos de perros sarnosos y gente aletargada. Suelen estar full de licorerías, mal gusto y los chaborros que se compran apartamentos y casas ahí. Casi siempre están muy cerca de la playa, pero no siempre. No tienen sistema de alcantarillado, por ello huelen a cloaca perenne, los cables eléctricos se ven por todo el cielo y de ellos cuelgan zapatos viejos y remiendos de papagayos hechos con bolsas plásticas. Sólo la calle principal fue asfaltada, por lo que siempre están inmundos y crecen a orilla de carretera; eso hace que atropellen a cuanto perro atolondrado se pasee por ahí, alimentando la ya presente putrefacción. Sólo sirven de paso, vivir ahí es vivir execrados en la inhumanidad más absoluta.
Me confieso abyecta cuando paso por ellos. Detesto las cosas feas, no me gusta presenciarlas. Debe ser parte de mi exagerada inmadurez, o necedades de esas de que como soy sagitariana me debo al optimismo y me choca que el mundo me lleve la contraria creando estos pueblos horrendos. En fin, sólo para que sepan que por ahí voy.